La antigua Alcazaba sería el primer elemento del sistema defensivo del Albarracín islámico, más tarde completado con torres atalaya y dos recintos amurallados.
La restauración del perímetro defensivo de esta fortaleza y la excavación de la mayor parte de sus más de 3.000 metros cuadrados de superficie, configuran este espacio como un yacimiento arqueológico esencial para entender la historia de Albarracín, y como uno de los atractivos más valorados por quienes nos visitan.
La visita al Castillo se hace imprescindible por varias razones. En primer lugar, porque las excavaciones arqueológicas han dejado al descubierto los restos de época musulmana más importantes que pueden observarse en Albarracín. Hablamos de las viviendas de tipo andalusí pertenecientes a la élite de aquella sociedad. Casas cuya entrada se dirige al patio central haciendo un recorrido en recodo que impedía la visión del interior de la vivienda desde el exterior. Alrededor de este patio se distribuyen las estancias: cocina, letrina y la sala principal a la que, en el siglo XII, se accede por una doble puerta. De las distintas casas conservadas, destaca la vivienda principal que, ubicada en la parte más alta de la fortaleza, contaba con un hipocausto que calentaba un baño o hammam. Por otro lado, la recuperación del paso de ronda del perímetro defensivo lo convierte en mirador privilegiado que nos permite una visión total de Albarracín y su entorno natural.
Las excavaciones dieron como resultado también la extracción de un volumen enorme de materiales arqueológicos, de los que destaca la colección expuesta en el Museo de Albarracín y que se considera una de las muestras más importantes de nuestro país por su calidad y variedad.