Según los documentos medievales, la Torre Blanca se levantó en el siglo XIII, aunque no se descarta que en su ubicación existiese una construcción islámica anterior.
La torre se apoya parcialmente en un promontorio rocoso que se convierte en sólida base para sus 18 metros de altura. Su única puerta se abre aproximadamente en la mitad de su porte, haciéndola prácticamente inaccesible. Los muros están levantados con piedra caliza rejuntada con mortero de cal, que aparece trabajado y decorado con escoria de fundición. Tiene planta cuadrada y tres alturas que se dividen con potentes vigas de madera y suelos de tablazón.
En el siglo XVII, perdida su función defensiva y ya en mal estado, la ciudad le cedió la torre a la orden de dominicos que estaban construyendo un convento junto a ella y que la aprovecharon como biblioteca. Para ello, desmontaron los últimos metros de la altura de la torre. Habilitaron un único espacio en su interior, lo cubrieron con bóveda, abrieron dos grandes ventanas y enlucieron sus paredes. La desaparición del convento a mediados del siglo XIX condenó al abandono la torre, amenazando ruina.
En el año 2001 la construcción pasa a gestión de la Fundación Santa María de Albarracín que, a través de su Centro de Restauración, proyecta devolver a la torre su aspecto original. Dotada de las instalaciones necesarias, la torre se convierte en un espacio para el arte donde se exhiben muestras muy variadas, algunas de gran repercusión nacional, En su parte más alta se establece como uno de los miradores más impactantes de la ciudad, desde donde podrás admirar las mejores panorámicas del paisaje cultural de Albarracín.